Percy Cayetano Acuña Vigil

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Centenario Hanna Arendt II

No solo tuvo que doblegar una parte de si para que el influjo de la experiencia que habia padecido no erosionara su voluntad de comprender el signo de su tiempo: Hanna Arendt debio ademas enfrentar un abismo real: mirar el rostro de lo que hasta entonces era inedito, reflexionar con preciosismo sobre tales simbolos y movimientos, teorizar sobre la explosion enloquecida de un mal imprevisto que devastaba toda la experiencia de la Humanidad: el totalitarismo.

(Rivera , Nelson - 13/10/2006 05:00:35)

Titanico proposito, coraje inusual hasta en los mas audaces pensadores: avanzar con la meta de radiografiar lo que habia saltado sobre la realidad y la habia aplastado, estableciendo un orden ajeno a cualquier juicio legal, politico o moral. Porque lo primero que Arendt hubo de encarar fue la pregunta de con que pensar, a que establecimiento e ideas podia apelar si todo el instrumental conocido y probado hasta el siglo XIX, que incluia hasta el mismisimo sentido comun, habian quedado convertidos en almas convalecientes y discapacitadas en la escena impuesta por Hitler y Stalin.

Arendt lo vislumbro con precocidad: si los eternos problemas de las sociedades habian sido desplazados a algun lugar en la periferia, la nueva realidad, el pulso mas hondo del siglo XX, la dominacion totalitaria de todo y de todos, exigia sobreponerse a la propia biografia, a la tendencia a uniformarse de la clase intelectual cuando se siente amenazada y, tambien, obligaba a no ceder al desden que nubla o ciega. Que lo entendio a cabalidad, da cuenta la iridiscente frase con que describio la desmesura que significaba comprender lo totalitario: Conseguir ese proverbial salto sobre la propia sombra.

Tan temprano como en 1945, Hanna Arendt publica Culpa organizada y responsabilidad universal se encuentra en la estimulante coleccion Ensayos de comprension, editada por Caparros Editores, Madrid, 2005. Se refiere a la pregunta desesperada que tantos se hacian despues de la derrota de los nazis: como habia sido posible que tantas personas hubiesen podido sumarse al engranaje que fabrico varios millones de cadaveres.

Sugeria, luz potente y de incalculable genio, que quiza la elucubracion sobre el caracter nacional aleman no resultara tan util para desenterrar algunas certidumbres, como podria serlo, por ejemplo, detenerse en la personalidad burguesa, seca, respetable y organizada de Heinrich Himmler, el industrioso y satanico organizador de la muerte masiva.

Un paterfamilia, antipoda de los extremos: ni aventurero, ni fanatico, ni descarrilado: no mas que un hombre como tantos otros, dotado de algunos siniestros talentos, preocupado por el futuro de su familia. Y fue justamente el sello diabolico de Himmler, el que entendio el potencial que tenia el reclutamiento de hombres intermedios, seres dociles, gente que tenia una larga e irrenunciable aspiracion de seguridad, devota del ahorro y la pension, quienes en su mayoria, sin haber cedido a lo largo de tres intensos anos al estimulo de matar judios por iniciativa propia, finalmente se adhirieron a la maquina de la muerte.

Desgarro del mundo, terrible perplejidad que muchos se negaron a escuchar: es su condicion de personas del termino medio el sustento que habilito a tantos a adoptar la condicion de verdugos. Librados del temor a Dios y de cualquier responsabilidad terrena, cada quien podia entonces actuar como funcionario de la planificacion y la ejecucion de la muerte de otros. Escandalo, agonia, dolor de la moderna condicion humana: bajo el estatuto de funcionarios, como piezas de un sistema mayor, los hombres somos capaces de matar y ocasionar una inimaginable destruccion. Basta que nos liberen de responsabilidad.

Escribe Hanna Arendt: Lo que hemos llamado el `burgues? es el hombre-masa contemporaneo, no en los momentos exaltados de entusiasmo colectivo sino en la seguridad hoy habria que decir `inseguridad? de su propio dominio privado. El ha llevado tan lejos la dicotomia entre funciones privadas y publicas, entre la familia y la profesion, que en su propia persona ya no acierta a encontrar ninguna conexion entre ambas. Cuando su profesion le fuerza a matar gente, no se ve a si mismo como un asesino, pues no lo ha hecho por inclinacion sino por desempeno profesional. Por pura pasion seria incapaz de hacer dano a una mosca.

Publicado en

El Nacional www.el-nacional.com

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